Primíperas añosas

Hace pocos días, en uno de esos programas de televisión que nadie ve pero que inundan las tardes argentinas, una conocida vedette que ya pasó la barrera de los 50 proclamaba su deseo de volver a ser mamá.

Más allá de que el deseo enunciado sea cierto o un mero pretexto promocional, esta declaración vuelve a poner sobre el tapete la discusión acerca de la mejor edad para encarar la maternidad.

Nuestras abuelas -nacidas bajo el signo del machismo universal- poco podían plantearse esta cuestión. Por lo general, los 20 años las encontraban casadas y con más de un bebé a cuestas. La aparición y popularización de la píldora en los años 60 colocó a la mujer en posición de elegir. Pero si bien podía controlar la natalidad, la sociedad no la miraba con buenos ojos si ya casada o "en edad de merecer" se dedicaba a otra cosa que no fuera la formación de una familia.

Las mujeres jóvenes de hoy nos enfrentamos a una disyuntiva real (o sea, de real aplicación): ¿Cuál es el mejor momento para convertirnos en madres?

Según un estudio publicado por el British Medical Journal (una de las más prestigiosas revistas médico-científicas) "las posibilidades que una mujer tiene de quedar embarazada y, posteriormente, llevar a buen término dicho embarazo, declinan considerablemente a partir de los 35 años, en forma independiente de su historial reproductivo". El estudio citado lista una serie de inconvenientes que suelen aparecer con mayor asiduidad una vez pasada la barrera de los 40 (abortos espontáneos, malformaciones, embarazos extrauterinos, etc.). De hecho, en cualquier libro de obstetricia, una mujer que espera su primer hijo después de los 30 años recibe la calificación de "primípara añosa" (¡!!) porque, si bien la ciencia ha avanzado muchísimo (y permite extender unos años las posibilidades de concepción), los límites biológicos no se han desplazado. 
"Vieja" pero sabia

Sin embargo, el artículo también plantea un beneficio asociado al incremento de la edad materna. "La experiencia y el conocimiento tienden a ser mayores que en las mujeres más jóvenes; además, la situación económica también suele ser mejor en estos casos".

La maternidad es un trabajo arduo. Requiere de una mujer que pueda relegar su reinado en pos de otro ser que, a partir de su nacimiento, ocupará el centro de su atención. Necesita de paciencia, de reflexión, de generosidad. Y, fundamentalmente, de ganas.