Previo al nacimiento, el bebé se encuentra sumergido en una atmósfera sonora que lo envuelve y estimula durante las 24 horas. Los sonidos suaves y acompasados que conforman dicha atmósfera son: el latido del corazón de la futura mamá, el ruido de sus pulmones y la circulación de la sangre a través de la placenta.

Estos sonidos funcionan sin descanso durante todo el día, y de hecho son una referencia muy importante que se imprime en la memoria del bebé. Como estos sonidos le son familiares, es lógico que una vez nacido al estar sobre el pecho materno, escuchando nuevamente los latidos, el bebé se relaje y se calme. También hay otros sonidos que tienen bastante presencia en el vientre, pero no están durante todo el día, como por ejemplo los ruidos musculares o los que hace el aparato digestivo cuando procesa los alimentos.

La voz de la mamá también está presente, pero no todo el tiempo. Cuando la madre habla, emite un sonido que el bebé puede escuchar con su aparato auditivo, mientras en su cuerpo repercuten las vibraciones generadas por la voz materna. La vibración del aparato fonador desciende por la columna de la madre y llega a transmitirle al bebé una sensación especial. Además, si el bebé ya está en posición cefálica, o sea cabeza abajo, estará en contacto directo con los huesos de la cavidad de la cadera, por lo que aumentará su percepción de las vibraciones y, como consecuencia, escuchará con mayor intensidad.

Entonces, deberíamos reflexionar sobre la importancia de cantar durante la gestación, además de hablarle a la panza. Al cantar, aumentan las frecuencias sonoras y vibratorias, y si además le dedicamos especialmente unos cánticos al bebé por nacer, se verá enormemente beneficiado con esta práctica. Por otro lado, ningún bebé es crítico de arte, ni le va a decir a su mamá que desafina, así que es recomendable probar y ver cómo responde antes de nacer, inclusive durante alguna ecografía.

La audición es el único de nuestros sentidos que funciona las 24 horas y no podemos inhibirlo. Escuchar es un acto fisiológico que todo oído sano puede hacer, ya que aún cuando dormimos, estamos escuchando.

Pero oír, eso es diferente. Oír involucra un proceso de actividad cerebral que se denomina “superior”, donde lo que se escucha es procesado y se responde en función de ello, y es a partir de las experiencias previas que se le da un significado más profundo.

La audición es el sentido que nos permite una conexión con el mundo exterior cuando estamos creciendo en el vientre de nuestra madre. Por lo tanto, durante la gestación, el órgano auditivo es el que más podemos estimular.

El sonido es vibración y llega al bebé a través de dos vías: la auditiva y la sensorial. La primera permite que todos los sonidos le lleguen al oído; y la segunda, hace que la vibración de esos sonidos genere la percepción corporal. Toda esta información llegará al cerebro y allí se procesará.