La necesidad de prescribir medicamentos a toda mujer joven plantea al médico, sea este clínico, ginecólogo o especialista, problemas en relación con la posibilidad de poder hallarse frente a una embarazada, quien podrá o no conocer su situación. ¿A qué obedecería tal problemática?

No debemos olvidar que al administrarse un medicamento a una mamá gestante, éste también actúa, de manera variable, sobre el embrión o el feto, quien es un sujeto en activo, permanente y dinámico cambio, cuyas características fisiológicas lo hacen particularmente sensible a la acción de todas aquellas sustancias que atraviesan la placenta. Es por ello que resulta imprescindible comentarle al médico tratante la posibilidad o la certeza de un embarazo, si es que él omitiese interrogar al respecto. Se sabe en la actualidad que numerosos factores intervienen en las acciones perjudiciales que los fármacos administrados a la embarazada pueden ejercer sobre el bebé en gestación. Entre ellos debemos jerarquizar las características anatómicas y funcionales del mismo, propias del momento en el cual le son administrados los medicamentos cuyas particularidades químicas también resultan fundamentales. Es en función de todo lo dicho, que el médico seleccionará el tipo, modo, tiempo y dosis de la terapéutica elegida. Solamente quien conozca a fondo las condiciones biológicas de la unidad madre-hijo podrá llevar a buen fin este proceso en el cual el bien que se procura para la salud de la madre no deberá ocasionar daño al niño en gestación. Debe deducirse de ello que la automedicación, que siempre resulta riesgosa para quien la lleva a cabo, aquí es doblemente perjudicial, por cuanto al posible efecto sobre la mamá, suma la acción dañina sobre un ser en formación, quien por esta condición es sumamente sensible frente a la actividad de agentes exteriores.